26 de abril de 2008

San Isidoro, obispo y doctor de la Iglesia

Día 26 de Abril

Isidoro de Sevilla nace hacia el año 560. Educado por su hermano san Leandro, arzobispo hispalense, le sucede en la sede sevillana, donde desarrolla su extraordinaria labor pastoral y literaria. Compone libros llenos de erudición, organiza bibliotecas, preside concilios, ordena la liturgia hispanovisigoda. Después de 40 años de episcopado, muere el 4 de abril del 636. El año 1063 fue trasladado su cuerpo a León, donde hoy recibe culto en la iglesia de su nombre.

Tratado sobre los oficios eclesiásticos (cap. 5,1.2: PL 83,785), de San Isidoro

Es preciso que el obispo sobresalga en el conocimiento de las sagradas Escrituras, porque, si solamente puede presentar una vida santa, para sí exclusivamente aprovecha; pero, si es eminente en ciencia y pedagogía, podrá enseñar a los demás y refutar a los contestatarios, quienes, si no se les va a la mano y se les desenmascara, fácilmente seducen a los incautos.

El lenguaje del obispo debe ser limpio, sencillo, abierto, lleno de gravedad y corrección, dulce y suave. Su principal deber es estudiar la santa Biblia, repasar los cánones, seguir el ejemplo de los santos, moderarse en el sueño, comer poco y orar mucho, mantener la paz con los hermanos, a nadie tener en menos, no condenar a ninguno si no estuviere convicto, no excomulgar sino a los incorregibles.

Sobresalga tanto en la humildad como en la autoridad; que, ni por apocamiento queden por corregir los desmanes, ni por exceso de autoridad atemorice a los súbditos. Esfuércese en abundar en la caridad, sin la cual toda virtud es nada. Ocúpese con particular diligencia del cuidado de los pobres, alimente a los hambrientos, vista al desnudo, acoja al peregrino, redima al cautivo, sea amparo de viudas y huérfanos.

Debe dar tales pruebas de hospitalidad que a todo el mundo abra sus puertas con caridad y benignidad. Si todo fiel cristiano debe procurar que Cristo le diga: Fui forastero y me hospedasteis, cuánto más el obispo, cuya residencia es la casa de todos. Un seglar cumple con el deber de hospitalidad abriendo su casa a algún que otro peregrino. El obispo, si no tiene su puerta abierta a todo el que llegue, es un hombre sin corazón.

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R/. Venid vosotros, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. Aleluya.

V/. El obispo tiene que ser irreprochable, hospitalario, hábil para enseñar, desinteresado.

R/. Fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. Aleluya.

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La alabanza al Señor, Aleluya pascual

Sábado V Semana de Pascua

Comentario a los salmos 148,1-2, de San Agustín

Toda nuestra vida presente debe discurrir en la alabanza de Dios, porque en ella consistirá la alegría sempiterna de la vida futura; y nadie puede hacerse idóneo de la vida futura, si no se ejercita ahora en esta alabanza. Ahora, alabamos a Dios, pero también le rogamos. Nuestra alabanza incluye la alegría, la oración, el gemido. Es que se nos ha prometido algo que todavía no poseemos, y, porque es veraz el que lo ha prometido, nos alegramos por la esperanza; mas, porque todavía no lo poseemos, gemimos por el deseo. Es cosa buena perseverar en este deseo, hasta que llegue lo prometido; entonces cesará el gemido y subsistirá únicamente la alabanza.

Por razón de estos dos tiempos -uno, el presente, que se desarrolla en medio de las pruebas y tribulaciones de esta vida, y el otro, el futuro, en el que gozaremos de la seguridad y alegría perpetuas-, se ha instituido la celebración de un doble tiempo, el de antes y el de después de Pascua. El que precede a la Pascua significa las tribulaciones que en esta vida pasamos; el que celebramos ahora, después de Pascua, significa la felicidad que luego poseeremos. Por tanto, antes de Pascua celebramos lo mismo que ahora vivimos; después de Pascua celebramos y significamos lo que aún no poseemos. Por esto, en aquel primer tiempo nos ejercitamos en ayunos y oraciones; en el segundo, el que ahora celebramos, descansamos de los ayunos y lo empleamos todo en la alabanza. Esto significa el Aleluya que cantamos.

En aquel que es nuestra cabeza, hallamos figurado y demostrado este doble tiempo. La pasión del Señor nos muestra la penuria de la vida presente, en la que tenemos que padecer la fatiga y la tribulación, y finalmente la muerte; en cambio, la resurrección y glorificación del Señor es una muestra de la vida que se nos dará.

Ahora, pues, hermanos, os exhortamos a la alabanza de Dios; y esta alabanza es la que nos expresamos mutuamente cuando decimos: Aleluya. «Alabad al Señor», nos decimos unos a otros; y así, todos hacen aquello a lo que se exhortan mutuamente. Pero procurad alabarlo con toda vuestra persona, esto es, no sólo vuestra lengua y vuestra voz deben alabar a Dios, sino también vuestro interior, vuestra vida, vuestras acciones.

En efecto, lo alabamos ahora, cuando nos reunimos en la iglesia; y, cuando volvemos a casa, parece que cesamos de alabarlo. Pero, si no cesamos en nuestra buena conducta, alabaremos continuamente a Dios. Dejas de alabar a Dios cuando te apartas de la justicia y de lo que a él le place. Si nunca te desvías del buen camino, aunque calle tu lengua, habla tu conducta; y los oídos de Dios atienden a tu corazón. Pues, del mismo modo que nuestros oídos escuchan nuestra voz, así los oídos de Dios escuchan nuestros pensamientos.

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R/. Vuestra tristeza se convertirá en alegría. Aleluya.

V/. El mundo estará alegre, vosotros estaréis tristes: pero vuestra tristeza

R/. Se convertirá en alegría. Aleluya.

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25 de abril de 2008

San Marcos, evangelista, fiesta

Día 25 de Abril

Primo de Bernabé, acompañó a san Pablo en su primer viaje; también le acompañó en Roma. Fue discípulo de san Pedro e intérprete del mismo en su evangelio. Se le atribuye la fundación de la Iglesia de Alejandría.


Contra las herejías (Libro 1,10,1-3: PG 7,550-554), de San Ireneo, Obispo

La Iglesia, diseminada por el mundo entero hasta los confines de la tierra, recibió de los apóstoles y de sus discípulos la fe en un solo Dios Padre todopoderoso, que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contienen; y en un solo Jesucristo, Hijo de Dios, que se encarnó por nuestra salvación; y en el Espíritu Santo, que por los profetas anunció los planes de Dios, el advenimiento de Cristo, su nacimiento de la Virgen, su pasión, su resurrección de entre los muertos, su ascensión corporal a los cielos, su venida de los cielos, en la gloria del Padre, para recapitular todas las cosas y resucitar a todo el linaje humano, a fin de que ante Cristo Jesús, nuestro Señor, Dios y Salvador y Rey, por voluntad del Padre invisible, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame a quien hará justo juicio en todas las cosas.

La Iglesia, pues, diseminada, como hemos dicho, por el mundo entero, guarda diligentemente la predicación y la fe recibida, habitando como en una única casa; y su fe es igual en todas partes, como si tuviera una sola alma y un solo corazón, y cuanto predica, enseña y transmite, lo hace al unísono, como si tuviera una sola boca. Pues, aunque en el mundo haya muchas lenguas distintas, el contenido de la tradición es uno e idéntico para todos.

Las Iglesias de Germania creen y transmiten lo mismo que las otras de los iberos o de los celtas, de Oriente, Egipto o Libia o del centro del mundo. Al igual que el sol, criatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así también la predicación de la verdad resplandece por doquier e ilumina a todos aquellos que quieren llegar al conocimiento de la verdad.

En las Iglesias no dirán cosas distintas los que son buenos oradores, entre los dirigentes de la comunidad (pues nadie está por encima del Maestro), ni la escasa oratoria de otros debilitará la fuerza de la tradición, pues siendo la fe una y la misma, ni la amplía el que habla mucho ni la disminuye el que habla poco.

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R/. Cristo me envió a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo. El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación es fuerza de Dios. Aleluya.

V/. Y como, en la sabiduría de Dios, el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes.

R/. El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero para los que están en vías de salvación es fuerza de Dios. Aleluya.

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El único Hijo de Dios

Viernes V Semana de Pascua


Sermón 42, del
Beato Isaac de Stella

Del mismo modo que, en el hombre, cabeza y cuerpo forman un solo hombre, así el Hijo de la Virgen y sus miembros constituyen también un solo hombre y un solo Hijo del hombre. El Cristo íntegro y total, como se desprende de la Escritura, lo forman la cabeza y el cuerpo. En efecto, todos los miembros juntos forman aquel único cuerpo que, unido a su cabeza, es el único Hijo del hombre quien, al ser también Hijo de Dios, es el único Hijo de Dios y forma con Dios el Dios único.

Por ello el cuerpo íntegro con su cabeza es Hijo del hombre, Hijo de Dios y Dios. Por eso se dice también: Padre, éste es mi deseo: que sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti.

Así, pues, de acuerdo con el significado de esta célebre afirmación de la Escritura, no hay cuerpo sin cabeza, ni cabeza sin cuerpo, ni Cristo total, cabeza y cuerpo, sin Dios.

Por tanto, todo ello con Dios forma un solo Dios. Pero el Hijo de Dios es Dios, por naturaleza, y el Hijo del Hombre está unido a Dios personalmente; en cambio, los miembros del cuerpo de su Hijo están unidos con él solo místicamente. Por esto los miembros fieles y espirituales de Cristo se pueden llamar de verdad lo que es él mismo, es decir, Hijo de Dios y Dios. Pero lo que él es por naturaleza, éstos lo son por comunicación, y lo que él es en plenitud, éstos lo son por participación; finalmente, él es Hijo de Dios por generación y sus miembros lo son por adopción, como está escrito: Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar «¡Abba!» (Padre)

Y por este mismo Espíritu les da poder para ser hijos de Dios, para que instruidos por aquél, que es el primogénito entre muchos hermanos, puedan decir: Padre nuestro que estás en los cielos. Y en otro lugar afirma: Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro

Nosotros renacemos de la fuente bautismal como hijos de Dios y cuerpo suyo en virtud de aquel mismo Espíritu del que nació el Hijo del Hombre, como cabeza nuestra, del seno de la Virgen. Y así como él nació sin pecado, del mismo modo nosotros renacemos para remisión de todos los pecados.

Pues, así como cargó en su cuerpo de carne con todos los pecados del cuerpo entero, y con ellos subió a la cruz, así también, mediante la gracia de la regeneración, hizo que a su cuerpo espiritual no se le imputase pecado alguno, como está escrito: Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito. Este hombre, que es Cristo, es realmente dichoso, ya que, como Cristo-cabeza y Dios, perdona el pecado, como Cristo-cabeza y hombre no necesita ni recibe perdón alguno y, como cabeza de muchos, logra que no se nos apunte el delito.

Justo en sí mismo, se justifica a sí mismo. Único Salvador y único salvado, sufrió en su cuerpo físico lo que limpia de su cuerpo místico por el agua. Y continúa salvando de nuevo por el madero y el agua, como Cordero de Dios que quita, que carga sobre sí, el pecado del mundo; sacerdote, sacrificio y Dios, que ofreciéndose a sí mismo, por sí mismo se reconcilió consigo mismo, con el Padre y con el Espíritu Santo.

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R/. Nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de los otros miembros. En Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad, y por él habéis obtenido vuestra plenitud. Aleluya.

V/. Él es la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.

R/. En Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad, y por él habéis obtenido vuestra plenitud. Aleluya.

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24 de abril de 2008

En la Eucaristía, hacemos presente la Pascua del Señor

Jueves V Semana de Pascua


Tratado 2, de San Gaudencio de Brescia

Uno solo murió por todos; y este mismo es quien ahora por todas las iglesias, en el misterio del pan y del vino: inmolado, nos alimenta; creído, nos vivifica; consagrado, santifica a los que lo consagran.

Esta es la carne del Cordero, ésta la sangre. El pan mismo que descendió del cielo dice: El pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo. También su sangre está bien significada bajo la especie del vino, porque, al declarar él en el Evangelio: Yo soy la verdadera vid, nos da a entender a las claras que el vino, que se ofrece en el sacramento de la pasión es su sangre; por eso, ya el patriarca Jacob había profetizado de Cristo, diciendo: Lava su ropa en vino y su túnica en sangre de uvas. Porque habrá de purificar en su propia sangre nuestro cuerpo, que es como la vestidura que ha tomado sobre sí.

El mismo Creador y Señor de la naturaleza, que hace que la tierra produzca pan, hace también del pan su propio cuerpo (porque así lo prometió y tiene poder para hacerlo), y el que convirtió el agua en vino, hace del vino su sangre.

Es la Pascua del Señor, afirmó, es decir, su paso, para que no se te ocurra pensar que continúe siendo terreno aquello por lo que pasó el Señor cuando hizo de ello su cuerpo y su sangre.

Lo que recibes es el cuerpo de aquel pan celestial y la sangre de aquella sagrada vid. Porque, al entregar a sus discípulos el pan y el vino consagrados, les dijo: Esto es mi cuerpo; esto es mi sangre. Creamos, pues, os pido, en quien pusimos nuestra fe. La verdad no sabe mentir.

Por eso cuando habló a las turbas estupefactas sobre la obligación de comer su cuerpo y beber su sangre, y la gente empezó a murmurar diciendo: Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?, para purificar con fuego del cielo aquellos pensamientos que, como dije antes, deben evitarse, añadió: El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida.

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R/. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre. Y el que me come vivirá por mí. Aleluya.

V/. Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros.

R/. Y el que me come vivirá por mí. Aleluya.

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San Fidel de Sigmaringa, presbítero y mártir

Día 24 de Abril

Nació en Sigmaringa (Alemania) el año 1578. Entró en la Orden de los Capuchinos y llevó una vida de gran aspereza entregado a la oración. Por su gran actividad como predicador, la Congregación para la Propagación de la fe le encargó fortalecer la recta doctrina en Suiza. Perseguido de muerte por los herejes, sufrió el martirio el año 1622 en Seewis (Suiza).


Elogio de san Fidel, presbítero y mártir
, de Benedicto XIV


«Desplegando la plenitud de su caridad al socorro material de sus prójimos, acogía paternalmente a todos los pobres y los sustentaba haciendo colectas en favor suyo por todas partes.

Remediaba la indigencia de los huérfanos y las viudas con las limosnas de los ricos; socorría a los presos con toda clase de ayudas materiales y espirituales, visitaba a los enfermos y los reconciliaba con Dios, preparándoles para el último combate.

Su actividad más meritoria fue la que desplegó con ocasión de la peste que se declaró en el ejército austriaco, exponiéndose constantemente a las enfermedades y a la muerte».

Junto con esta caridad, Fidel -hombre fiel por su nombre y por su vida- sobresalió en la defensa de la fe católica que predicó incansablemente. Pocos días antes de morir y confirmar esa fe con su propia sangre, en su último sermón dejó lo que podríamos llamar su testamento:

«¡Oh fe católica, qué estable y firme eres, qué bien arraigada, qué bien cimentada estás sobre roca inconmovible! El cielo y la tierra pasarán, pero tú nunca podrás pasar. El orbe entero te contradijo desde un principio, pero con tu poder triunfaste de todos.

Lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe, que sometió al imperio de Cristo a los reyes más poderosos y puso a las naciones a su servicio.

¿Qué otra cosa, sino la fe, y principalmente la fe en la resurrección, hizo a los apóstoles y mártires soportar sus dificultades y sufrimientos?

¿Qué fue lo que hizo a los anacoretas despreciar los placeres y los honores y vivir en el celibato y la soledad, sino la fe viva?

¿Qué es lo que hoy lleva a los verdaderos cristianos a despreciar los placeres, resistir a la seducción y soportar sus rudos sufrimientos?

La fe viva, activa en la práctica del amor, es la que hace dejar los bienes presentes por la esperanza de los futuros y trocar los primeros por los segundos.»

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R/. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida. Aleluya.

V/. Todo lo estimo pérdida para conocer a Cristo, y la comunión con sus padecimientos, muriendo su misma muerte.

R/. Ahora me aguarda la corona merecida. Aleluya.

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23 de abril de 2008

Ser como el alma del mundo

Miércoles V Semana de Pascua

(Caps. 5-6: Funk 1, 397-401), de la carta a Diogneto


Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por el lenguaje, ni por su modo de vida. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres.

Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble. Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho.

Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida. Los judíos los combaten como a extraños, y los gentiles los persiguen, y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad.

Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los cristianos viven visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible. La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido agravio de ellos, porque se oponen a sus placeres.

El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste la aborrece; también los cristianos aman a lo que los odian. El alma está encerrada en el cuerpo, pero es ella la que mantiene unido al cuerpo; también los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal; también los cristianos viven como peregrinos en moradas corruptibles, mientras esperan la incorrupción celestial. El alma se perfecciona con la mortificación en el comer y beber; también los cristianos, constantemente mortificados, se multiplican más y más. Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado, del que no les es lícito desertar.

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R/. Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Aleluya.

V/. En mí está toda gracia de camino y de verdad, en mí toda esperanza de vida y de fuerza.

R/. El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Aleluya.

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San Jorge, mártir,

Día 23 de Abril

Ya en el siglo IV fue objeto de veneración en Dióspolis (Palestina), donde había una iglesia construida en su honor. Su culto se difundió desde muy antiguo por oriente y occidente. Siendo proclamado el patrón de diversas naciones.


(Sermón 3, sobre San Jorge: PL 144, 567-571), de
San Pedro Damiani, obispo


La festividad de hoy, queridos hermanos, duplica la alegría de la gloria pascual, y es como una piedra preciosa que da un nuevo esplendor al oro en que se incrusta.

Jorge fue trasladado de una milicia a otra, pues dejó su cargo en el ejército, cambiándolo por la profesión de la milicia cristiana y, con la valentía propia de un soldado, repartió primero sus bienes entre los pobres, despreciando el de los bienes del mundo, y así, libre y dispuesto, se puso la coraza de la fe y, cuando el combate se hallaba en todo su fragor, entró en él como un valeroso soldado de Cristo.

Esta actitud nos enseña claramente que no se puede pelear por la fe con firmeza y decisión si no se han dejado primero los bienes terrenos.

San Jorge, encendido en fuego del Espíritu Santo y protegiéndose inexpugnablemente con el estandarte de la cruz, peleó de tal modo con aquel rey inicuo, que, al vencer a este delegado de Satanás, venció al príncipe de la iniquidad y dio ánimos a los soldados de Cristo para combatir con valentía.

Junto al mártir estaba el Árbitro invisible y supremo que, según sus designios, permitía a los impíos que le atormentaran. Si es verdad que entregaba su cuerpo en manos de los verdugos, guardaba su alma bajo su constante protección, escondiéndola en el baluarte inexpugnable de la fe.

Hermanos carísimos: no debemos limitarnos a admirar a este combatiente de la milicia celeste, sino que debemos imitarle.

Que nuestro espíritu se eleve hacia el premio de la gloria celestial, de modo que, centrado nuestro corazón en su contemplación, no nos dejemos doblegar, tanto si el mundo seductor se burla de nosotros como si con sus amenazas quiere atemorizarnos.

Purifiquémonos, pues, de cualquier impureza de cuerpo o espíritu, siguiendo el mandato de Pablo, para entrar al fin en ese templo de la bienaventuranza al que se dirige ahora nuestra intención.

El que dentro de este templo que es la Iglesia quiere ofrecerse a Dios en sacrificio necesita, una vez que haya sido purificado por el bautismo, revestirse luego de las diversas virtudes, como está escrito: Que tus sacerdotes se vistan de justicia; en efecto, quien renace en Cristo como hombre nuevo por el bautismo no debe volver a ponerse la mortaja del hombre viejo, sino la vestidura del hombre nuevo, viviendo con una conducta renovada.

Así es como, limpios de las manchas del antiguo pecado y resplandecientes por el brillo de la nueva conducta, celebramos dignamente el misterio pascual e imitamos realmente el ejemplo de los santos mártires.

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R/. Este santo combatió hasta la muerte por ser fiel al Señor, sin temer las amenazas de los enemigos; estaba cimentado sobre roca firme. Aleluya.

V/. Éste despreció la vida del mundo, y llegó al reino celestial.

R/. Estaba cimentado sobre roca firme. Aleluya.

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San Adalberto, obispo y mártir

Día 23 de Abril

Nacido en Bohemia (Libice), hacia el año 956, comenzó los estudios en Magdeburgo, y allí recibió en la Confirmación el nombre de Adalberto. Vuelto a su patria, fue ordenado sacerdote y en el año 983 fue promovido para ser el segundo obispo de Praga, donde trabajó arduamente para extirpar las costumbres paganas. Como se considerase poco preparado, marchó a Roma y se hizo monje. Finalmente marchó a Prusia para ganar almas para Cristo; pero habiendo sido mal recibido, fue coronado on el martirio el 23 de abril del año 997.

(Acta Sanctorum, Aprilis, III, pp. 186-187), de la vida del Santo escrita por un autor contemporáneo


El jefe del poblado por la tarde se llevó a su mansión a Adalberto, el héroe por la causa de Dios. De todas partes se reunió la multitud ociosa con gritos de indignación y muestras de hostilidad, a la expectativa de lo que el jefe iba a hacer con él. El santo, por su parte, a las preguntas de quién era, de dónde venía y por qué estaba allí, con voz afable, respondió:

-»Nací en Bohemia y me llamo Adalberto, soy monje y hace tiempo fui consagrado obispo; ahora, mi tarea es ser apóstol vuestro. El motivo de mi viaje es vuestra salvación, que os apartéis de esos ídolos sordos y mudos y reconozcáis a vuestro Creador, el único Dios, fuera del cual no hay otro; que creáis en Él para tener la vida y para que podáis recibir en premio el gozo celestial en las moradas eternas.»

Así habló san Adalberto, pero ellos, ya de antemano enfurecidos, proferían a gritos palabras injuriosas contra él y le amenazaban de muerte. Al fin los paganos furiosos se abalanzaron sobre Adalberto y sus compañeros con violencia y los apresaron a todos. San Adalberto, que estaba en pie frente a Gaudencio y otro hermano, les dijo:

-»No os pongáis tristes. Sabéis bien que sufrimos esto por el nombre del Señor; su poderío está por encima de todo poder, su atractivo es superior a toda hermosura, su fuerza es indescriptible, su amor de Padre no tiene par. ¿Habrá, pues, actitud más valiente y más digna que entregar esta vida tan querida por el querido Jesús?»

En esto, un tal Siggo, lleno de pasión, salió de entre la turba enfurecida y lanzó con todas sus fuerzas un gran dardo con el que atravesó a Adalberto las entrañas. Después todos se lanzan sobre él y añadiendo heridas a heridas, sacian su furor. Le brota sangre de las heridas que tiene por todas partes. Él ora en pie con ojos y manos levantados hacia el cielo. Le quitan los dardos y quedan abiertas siete grandes heridas; la sangre mana abundante como un río de púrpura. El mártir, desatado ya, extiende las manos formando la cruz y ruega con humilde insistencia al Señor por su salvación y la de sus perseguidores.

Así es cómo escapó de esta cárcel un alma elegida, así como quedó su cuerpo, digno de todo honor, tendido sobre la tierra formando una cruz. Así es como, después de entregar generosamente su sangre y con ella la vida, ya en placentero hogar, goza por fin para siempre de Cristo a quien tanto amó.

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R/. Deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas. Porque os habíais ganado nuestro amor. Aleluya.

V/. Hijos míos, otra vez me causáis dolores de parto, hasta que Cristo tome forma en vosotros.

R/. Porque os habíais ganado nuestro amor. Aleluya.

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22 de abril de 2008

Hijos en el Hijo, un solo Espíritu

Martes V Semana de Pascua

Sobre el evangelio de San Juan 10,2, de San Cirilo de Alejandría


El Señor, para convencernos de que es necesario que nos adhiramos a él por el amor, ponderó cuán grandes bienes se derivan de nuestra unión con él, comparándose a sí mismo con la vid y afirmando que los que están unidos a él e injertados en su persona, vienen a ser como sus sarmientos y, al participar del Espíritu Santo, comparten su misma naturaleza (pues el Espíritu de Cristo nos une con él).

La adhesión de quienes se vinculan a la vid consiste en una adhesión de voluntad y de deseo; en cambio, la unión del Señor con nosotros es una unión de amor y de inhabitación. Nosotros, en efecto, partimos de un buen deseo y nos adherimos a Cristo por la fe; así llegamos a participar de su propia naturaleza y alcanzamos la dignidad de hijos adoptivos, pues, como lo afirmaba San Pablo, el que se une al Señor es un espíritu con él.

De la misma forma que en un lugar de la Escritura se dice de Cristo que es cimiento y fundamento (pues nosotros, se afirma, estamos edificados sobre él y, como piedras vivas y espirituales entramos en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, cosa que no sería posible si Cristo no fuera fundamento), así, de manera semejante, Cristo se llama a sí mismo vid, como si fuera la madre y nodriza de los sarmientos que proceden de él.

En él y por él hemos sido regenerados en el Espíritu para producir fruto de vida, no de aquella vida caduca y antigua, sino de la vida nueva que se funda en su amor. Y esta vida la conservaremos si perseveramos unidos a él y como injertados en su persona; si seguimos fielmente los mandamientos que nos dio y procuramos conservar los grandes bienes que nos confió, esforzándonos por no contristar, ni en lo más mínimo, al Espíritu que habita en nosotros, pues, por medio de él, Dios mismo tiene su morada en nuestro interior.

De qué modo nosotros estamos en Cristo y Cristo en nosotros nos lo pone en claro el evangelista Juan al decir: En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.

Pues, así como la raíz hace llegar su propia savia a los sarmientos, del mismo modo el Verbo unigénito de Dios Padre comunica a los santos una especie de parentesco consigo mismo y con el Padre, al darles parte en su propia naturaleza, y otorga su Espíritu a los que están unidos con él por la fe: así les comunica una santidad inmensa, los nutre en la piedad y los lleva al conocimiento de la verdad y a la práctica de la virtud.

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R/. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Aleluya.

V/. Yo os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure.

R/. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Aleluya.

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21 de abril de 2008

Padre mío y Padre vuestro

Lunes V Semana de Pascua

Sermón sobre la resurrección de Cristo 1, de San Gregorio de Nisa


Ha comenzado el reino de la vida y se ha disuelto el imperio de la muerte. Han aparecido otro nacimiento, otra vida, otro modo de vivir, la transformación de nuestra misma naturaleza. ¿De qué nacimiento se habla? Del de aquellos que no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

¿Preguntas que cómo es esto posible? Lo explicaré en pocas palabras. Este nuevo ser lo engendra la fe; la regeneración del bautismo lo da a luz; la Iglesia, cual nodriza, lo amamanta con su doctrina e instituciones y con su pan celestial lo alimenta; llega a la edad madura con la santidad de vida; su matrimonio es la unión con la Sabiduría; sus hijos, la esperanza; su casa, el Reino; su herencia y sus riquezas, las delicias del paraíso; su desenlace no es la muerte, sino la vida eterna y feliz en la mansión de los santos.

Éste es el día en que actuó el Señor, día totalmente distinto de aquellos otros del comienzo de los siglos y que son medidos por el paso del tiempo. Este día es el principio de una nueva creación, porque, como dice el profeta, en este día Dios ha creado un cielo nuevo y una tierra nueva. ¿Qué cielo? El firmamento de la fe en Cristo. Y, ¿qué tierra? El corazón bueno que, como dijo el Señor, es semejante a aquella tierra que se impregna con la lluvia que desciende sobre ella y produce abundantes espigas.

En esta nueva creación, el sol es la vida pura; las estrellas son las virtudes; el aire, una conducta sin tacha; el mar, aquel abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento de Dios; las hierbas y semillas, la buena doctrina y las enseñanzas divinas en las que el rebaño, es decir, el pueblo de Dios, encuentra su pasto; los árboles que llevan fruto son la observancia de los preceptos divinos.

En este día es creado el verdadero hombre, aquel que fue hecho a imagen y semejanza de Dios. ¿No es, por ventura, un nuevo mundo el que empieza para ti en este día en que actuó el Señor? ¿No habla de este día el Profeta, al decir que será un día y una noche que no tienen semejante?

Pero aún no hemos hablado del mayor de los privilegios de este día de gracia: lo más importante de este día es que él destruyó el dolor de la muerte y dio a luz el primogénito de entre los muertos, a aquel que hizo este admirable anuncio: Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro.

¡Oh mensaje lleno de felicidad y hermosura! El que por nosotros se hizo hombre semejante a nosotros, siendo el Unigénito del Padre, quiere convertirnos en sus hermanos y, al llevar su humanidad al Padre, arrastra tras de sí a todos los que ahora son ya de su raza.

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R/. Por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Aleluya.

V/. Nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva.

R/. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Aleluya.

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San Anselmo, obispo y doctor de la Iglesia

Día 21 de Abril

Del «Proslógion», de San Anselmo (Cap 14.16.26: Opera omnia, edición Schmittm Seckau [Austra] 1938, I, 111-113, 121-122)


¿Has encontrado, alma mía, lo que buscabas? Buscabas a Dios, y has encontrado que él está por encima de todas las cosas, que nada mejor que él se puede imaginar, y que él es la vida, la luz, la sabiduría, la bondad, la bienaventuranza eterna y la eternidad dichosa; él está por todas partes y siempre.

Señor Dios mío, creador y restaurador de mi ser, di a alma deseosa que eres otro del que ella ha visto para vea limpiamente lo que desea. Intenta ver más, pero no ve nada más de lo que ha visto, sino tinieblas. En verdad no ve tinieblas, puesto que en ti no existen, pero ve que no puede ver más por sus propias tinieblas.

De verdad, Señor, que esta luz en la que habitas es inaccesible, pues no existe nadie que pueda penetrar esta luz para contemplarte. Yo no la veo, pues es excesiva para mí, y, sin embargo, todo lo que veo lo veo por ella, del mismo modo que el ojo débil, lo que ve, lo ve por la luz del sol, aunque no pueda mirarlo directamente.

¡Mi entendimiento no puede alcanzar esa luz!; es demasiado resplandeciente para comprenderla, y tampoco los ojos de mi alma soportan el mirarla por mucho tiempo. Su fulgor la deslumbra, su sublimidad la supera, su inmensidad la anonada, su amplitud la ofusca.

¡Oh luz suprema e inaccesible! ¡Oh verdad íntegra y feliz, qué lejos estás de mí que estoy tan cerca de ti! ¡Qué lejos estás de mi presencia, mientras yo siempre estoy en la tuya!

En todas partes estás presente e íntegra, y yo no te veo. Me muevo y existo en ti, y, sin embargo, no puedo alcanzarte. Estás dentro y alrededor de mí y no te siento.

Te ruego, Señor, que te conozca y te ame para que encuentre en ti mi alegría. Y si en esta vida no puedo alcanzar la plenitud, que al menos crezca de día en día hasta que llegue a aquella plenitud. Que en esta vida se haga más profundo mi conocimiento de ti, para que allí sea completo; que tu amor crezca en mí para que allí sea perfecto, y que mi alegría, grande en esperanza, sea completa en la posesión.

Señor, por medio de tu Hijo nos ordenas e incluso nos aconsejas que pidamos, y prometes que recibiremos, para que nuestro gozo sea perfecto. Yo te pido, Señor, como nos aconsejas por medio de nuestro admirable consejero, que reciba lo que prometes por tu fidelidad, para que mi gozo sea perfecto. Yo te pido, Dios veraz, que reciba, para que mi gozo sea perfecto.

Entre tanto, que esto sea lo que medite mi mente, proclame mi lengua, ame mi corazón y hable mi boca. Que sea el hambre de mi alma, y la sed de mi cuerpo; que todo mi ser lo desee, hasta que entre en el gozo del Señor, que es Dios trino y uno, bendito en todos los siglos. Amén.

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R/. Éste es Anselmo, doctor ilustre, educado bajo el magisterio de Lanfranco; siendo padre bondadoso de monjes, fue llamado a la dignidad pontifical. Y luchó valientemente por la libertad de la Iglesia. Aleluya.

V/. Con voz invicta proclamaba que la Esposa de Cristo es libre, no esclava.

R/. Y luchó valientemente por la libertad de la Iglesia. Aleluya.

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20 de abril de 2008

La Resurreción de Cristo y nuestra

Domingo V Semana de Pascua

Sermón 53,1-2, de San Máximo de Turín

La resurrección de Cristo destruye el poder del abismo, los recién bautizados renuevan la tierra, el Espíritu Santo abre las puertas del cielo. Porque el abismo, al ver sus puertas destruidas, devuelve los muertos, la tierra, renovada, germina resucitados y el cielo, abierto, acoge a los que ascienden.

El ladrón es admitido en el paraíso, los cuerpos de los santos entran en la ciudad santa y los muertos vuelven a tener su morada entre los vivos. Así, como si la resurrección de Cristo fuera germinando en el mundo, todos los elementos de la creación se ven arrebatados a lo alto.

El abismo devuelve sus cautivos al paraíso, la tierra envía al cielo a los que estaban sepultados en su seno, y el cielo presenta al Señor a los que han subido desde la tierra: así, con un solo y único acto, la pasión del Salvador nos extrae del abismo, nos eleva por encima de lo terreno y nos coloca en lo más alto de los cielos.

La resurrección de Cristo es vida para los difuntos, perdón para los pecadores, gloria para los santos. Por esto el salmista invita a toda la creación a celebrar la resurrección de Cristo, al decir que hay que alegrarse y llenarse de gozo en este día en que actuó el Señor.

La luz de Cristo es día sin noche, día sin ocaso. Escucha al Apóstol que nos dice lo que sea este día: La noche está avanzada, el día se echa encima. La noche está avanzando, dice, porque no volverá más. Entiéndelo bien: una vez que ha amanecido la luz de Cristo, huyen las tinieblas del diablo y desaparece la negrura del pecado, porque el resplandor de Cristo destruye la tenebrosidad de las culpas pasadas.

Porque Cristo es aquel Día a quien el Día, su Padre, comunica el íntimo ser de la divinidad. Él es aquel Día, que dice por boca de Salomón: Yo hice nacer en el cielo una luz inextinguible.

Así como no hay noche que siga al día celeste, del mismo modo las tinieblas no pueden seguir la santidad de Cristo. El día celeste resplandece, brilla, fulgura sin cesar y no hay oscuridad que pueda con él. La luz de Cristo luce, ilumina, destella continuamente y las tinieblas del pecado no pueden recibirla: por ello dice el evangelista Juan: La luz brilló en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.

Por ello, hermanos, hemos de alegrarnos en este día santo. Que nadie se sustraiga del gozo común a causa de la conciencia de sus pecados, que nadie deje de participar en la oración del pueblo de Dios, a causa del peso de sus faltas. Que nadie, por pecador que se sienta, deje de esperar el perdón en un día tan santo. Porque si el ladrón obtuvo el paraíso, ¿cómo no va a obtener el perdón el cristiano?

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R/. Toda la magnificencia del Señor ha sido exaltada sobre los cielos. Su hermosura resplandece en las nubes del cielo, y su nombre permanece para siempre. Aleluya.

V/. Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo.

R/. Su hermosura resplandece en las nubes del cielo, y su nombre permanece para siempre. Aleluya.

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