26 de julio de 2008

Rebosando de alegría

Domingo XVII Semana del año

Homilías sobre II Corintios 14,1-2, de San Juan Crisóstomo

Nuevamente vuelve Pablo a hablar de la caridad, para atemperar la aspereza de su reprensión. Pues, después que los ha reprendido y les ha echado en cara que no lo aman como él los ama, sino que, separándose de su amor, se han juntado a otros hombres perniciosos, por segunda vez, suaviza la dureza de su reprensión, diciendo: Dadnos amplio lugar en vuestro corazón, esto es: «Amadnos». El favor que pide no es en manera alguna gravoso, y es un favor de más provecho para el que lo da que para el que lo recibe. Y no dice: «Amadnos», sino: Dadnos amplio lugar en vuestro corazón, expresión que incluye un matiz de compasión.

«¿Quién -dice- nos ha echado fuera de vuestra mente? ¿Quién nos ha arrojado de ella? ¿Cuál es la causa de que nos sintamos al estrecho entre vosotros?» Antes había dicho: Vosotros estáis encogidos por dentro, y ahora aclara el sentido de esta expresión, diciendo: Dadnos amplio lugar en vuestro corazón, añadiendo este nuevo motivo para atraérselos. Nada hay, en efecto, que mueva tanto a amar como el pensamiento, por parte de la persona amada, de que aquel que la ama desea en gran manera verse correspondido.

Ya os tengo dicho - añade- que os llevo tan en el corazón, que estamos unidos para vida y para muerte. Muy grande es la fuerza de este amor, pues que, a pesar de sus desprecios, desea morir y vivir con ellos. «Porque os llevamos en el corazón, mas no de cualquier modo, sino del modo dicho». Porque puede darse el caso de uno que ame pero rehuya el peligro; no es éste nuestro caso.

Me siento lleno de ánimos. ¿De qué ánimos? «De los que vosotros me proporcionáis: porque os habéis enmendado y me habéis consolado así con vuestras obras». Esto es propio del que ama, reprochar la falta de correspondencia a su amor, pero con el temor de excederse en sus reproches y causar tristeza. Por esto, dice: Me siento lleno de ánimos y rebosando de alegría.

Es como si dijera: «Me habéis proporcionado una gran tristeza, pero me habéis proporcionado también una gran satisfacción y consuelo, ya que no sólo habéis quitado la causa de mi tristeza, sino que además me habéis llenado de una alegría mayor aún».

Y, a continuación, explica cuán grande sea esta alegría, cuando, después que ha dicho: Me siento rebosando de alegría, añade también: En toda esta lucha. «Tan grande -dice- es el placer que me habéis dado, que ni estas tan graves tribulaciones han podido oscurecerlo, sino que su grandeza exuberante ha superado todos los pesares que nos invadían y ha hecho que ni los sintiéramos».

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R/. La marca de apóstol se vio en mi trabajo entre vosotros, en todo mi aguante y en las señales, portentos y milagros.
V/. Con muchísimo gusto gastaré, y me desgastaré yo mismo por vosotros.

R/. En todo mi aguante y en las señales, portentos y milagros.

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San Joaquín y Santa Ana

Día 26 de Julio

Una antigua tradición, que arranca del siglo II, atribuye estos nombres a los padres de la Santísima Virgen María. El culto a santa Ana se introdujo ya en la Iglesia oriental en el siglo VI, y pasó a la occidental en el siglo X; el culto a san Joaquín es más reciente.

(Sermón 6, Sobre la natividad de la Virgen María, 2.4.5.6 PG 96,663.667.670), de San Juan Damasceno, obispo

Ya que estaba determinado que la Virgen Madre de Dios nacería de Ana, la naturaleza no se atrevió a adelantarse al germen de la gracia, sino que esperó a dar su fruto hasta que la gracia hubo dado el suyo. Convenía, en efecto, que naciese como primogénita aquella de la había de nacer el primogénito de toda la creación, en el cual todo se mantiene.

¡Oh bienaventurados esposos Joaquín y Ana! Toda la creación os está obligada, ya que por vosotros ofreció al Creador el más excelente de todos los dones, a saber, aquella madre casta, la única digna del Creador.

Alégrate, Ana, la estéril, que no dabas a luz, cantar de júbilo, la que no tenías dolores. Salta de gozo, Joaquín, porque de tu hija un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, y será llamado: «Ángel del gran de designio» de la salvación universal, «Dios guerrero». Este niño es Dios.

¡Oh bienaventurados esposos Joaquín y Ana, totalmente inmaculados! Sois conocidos por el fruto de vuestro vientre, tal como dice el Señor: Por sus frutos los conoceréis. Vosotros os esforzasteis en vivir siempre de una manera agradable a Dios y digna de aquella que tuvo en vosotros su origen. Con vuestra conducta casta y santa, ofrecisteis al mundo la joya de la virginidad, aquella que había de permanecer virgen antes del parto en el parto y después del parto; aquella que, de un modo único y excepcional, cultivaría siempre la virginidad en su mente, en su alma y en su cuerpo.

¡Oh castísimos esposos Joaquín y Ana! Vosotros, guardando la castidad prescrita por la ley natural, conseguisteis, por la gracia de Dios, un fruto superior a la ley natural, ya que engendrasteis para el mundo a la que fue madre de Dios sin conocer varón. Vosotros, comportándoos en vuestras relaciones humanas de un modo piadoso y santo, engendrasteis una hija superior a los ángeles, que es ahora la reina de los ángeles. ¡Oh bellísima niña, sumamente amable! ¡Oh hija de Adán y madre de Dios! ¡Bienaventuradas las entrañas y el vientre de los que saliste! ¡Bienaventurados los brazos que te llevaron, los labios que tuvieron el privilegio de besarte castamente, es decir, únicamente los de tus padres, para que siempre y en todo guardaras intacta tu virginidad!

Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. Alzad fuerte la voz, alzadla, no temáis.


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R/. Día y noche servían a Dios con ayunos y oraciones, aguardando la liberación de Israel.

V/. Pedían a Dios que visitase a su pueblo.

R/. Aguardando la liberación de Israel.

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Sentimos el corazón ensanchado

Sábado XVI Semana del año

Homilías sobre II Corintios 13,1-2, de San Juan Crisóstomo

Sentimos el corazón ensanchado. Del mismo modo que el calor dilata los cuerpos, así también la caridad tiene un poder dilatador, pues se trata de una virtud cálida y ardiente. Esta caridad es la que abría la boca de Pablo y ensanchaba su corazón. «No os amo sólo de palabra -es como si dijera-, sino que mi corazón está de acuerdo con mi boca; por eso, os hablo confiadamente, con el corazón en la mano». Nada encontraríamos más dilatado que el corazón de Pablo, el cual, como un enamorado, estrechaba a todos los creyentes con el fuerte abrazo de su amor, sin que por ello se dividiera o debilitara su amor, sino que se mantenía íntegro en cada uno de ellos. Y ello no debe admirarnos, ya que este sentimiento de amor no sólo abarcaba a los creyentes, sino que en su corazón tenían también cabida los infieles de todo el mundo.

Por esto, no dice simplemente: «Os amo», sino que emplea esta expresión más enfática: «Nos hemos desahogado con vosotros, sentimos el corazón ensanchado; os llevamos a todos dentro de nosotros, y no de cualquier manera, sino con gran amplitud». Porque aquel que es amado se mueve con gran libertad dentro del corazón del que lo ama; por esto, dice también: Dentro de nosotros no estáis encogidos, sois vosotros los que estáis encogidos por dentro. Date cuenta, pues, de cómo atempera su reprensión con una gran indulgencia, lo cual es muy propio del que ama. No les dice: «No me amáis», sino: «No me amáis como yo», porque no quiere censurarles con mayor aspereza.

Y, si vamos recorriendo todas sus cartas, descubrimos a cada paso una prueba de este amor casi increíble que tiene para con los fieles. Escribiendo a los romanos, dice: Tengo muchas ganas de veros; y también: Muchas veces he tenido en proyecto haceros una visita; como también: Pido a Dios que alguna vez por fin consiga ir a visitaros. A los gálatas les dice: Hijos míos, otra vez me causáis dolores de parto; y a los efesios: Por esta razón, doblo las rodillas por vosotros; a los tesalonicenses: ¿Quién sino vosotros será nuestra esperanza, nuestra alegría y nuestra honrosa corona? Añadiendo, además, que los lleva consigo en su corazón y en sus cadenas.

Asimismo escribe a los colosenses: Quiero que tengáis noticia del empeñado combate que sostengo por vosotros y por todos los que no me conocen personalmente; busco que tengáis ánimos; y a los tesalonicenses: Como una madre cuida de sus hijos, os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas. Dentro de nosotros no estáis encogidos, dice. Y no les dice solamente que los ama, sino también que es amado por ellos, con la intención de levantar sus ánimos. Y da la prueba de ello, diciendo: Tito nos habló de vuestra añoranza, de vuestro llanto, de vuestra adhesión a mí.

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R/. El amor es paciente, afable; no tiene envidia, no presume; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.

V/. El odio provoca reyertas, el amor disimula las ofensas.

R/. No se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.

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25 de julio de 2008

San Jaime o Santiago, apóstol, patrón de España

Día 25 de Julio


Nació en Betsaida; era hijo de Zebedeo y hermano del apóstol Juan. Estuvo presente en los principales milagros obrados por el Señor. Fue muerto por el rey Herodes alrededor del año 42. Se creó la leyendamedieval de que Santiago había predicado el Evangelio en los confines de Occidente. Después de la invasión mahometana, el apóstol Santiago aparece venerado en España y protector de sus reinos cristianos. Éstos proclaman en los siglos siguientes su gratitud por la protección del Apóstol en la defensa de la fe y de la independencia de la patria y por su asistencia en la acción misionera que contribuyó a propagar la Iglesia por todo el mundo. Su sepulcro en Compostela, llegó a seguir en popularidad al Santo sepulcro del Señor en Jerusalén y la tumba de san Pedro en Roma atrayendo a innumerables peregrinos de toda la cristiandad.

Homilías sobre el evangelio de San Mateo (Homilía 65,2-4: PG 58,619-622), de San Juan Crisóstomo, obispo

Los hijos de Zebedeo apremian a Cristo, diciéndole: Ordena que se siente uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. ¿Qué les responde el Señor? Para hacerles ver que lo que piden no tiene nada de espiritual y que, si hubieran sabido lo que pedían, nunca se hubieran atrevido a hacerlo, les dice: No sabéis lo que pedís, es decir: «No sabéis cuán grande, cuán admirable, cuán superior a los mismos coros celestiales es esto que pedís». Luego añade: ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar? Es como si les dijera: «Vosotros me habláis de honores y de coronas, pero yo os hablo de luchas y fatigas. Éste no es tiempo de premios, ni es ahora cuando se ha de manifestar mi gloria; la vida presente es tiempo de muertes, de guerra y de peligros».

Pero fijémonos cómo la manera de interrogar del Señor equivale a una exhortación y a un aliciente. No dice: «¿Podéis soportar la muerte? ¿Sois capaces de derramar vuestra sangre?», sino que sus palabras son: ¿Sois capaces de beber el cáliz? Y, para animarlos a ello, añade: Que yo he de beber; de este modo, la consideración de que se trata del mismo cáliz que ha de beber el Señor había de estimularlos a una respuesta más generosa. Y a su pasión le da el nombre de «bautismo», para significar, con ello, que sus sufrimientos habían de ser causa de una gran purificación para todo el mundo. Ellos responden: Lo somos. El fervor de su espíritu les hace dar esta respuesta espontánea, sin saber bien lo que prometen, pero con la esperanza de que de este modo alcanzarán lo que desean.

¿Qué les dice entonces el Señor? El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizarán con el bautismo con que yo me voy a bautizar. Grandes son los bienes que les anuncia, esto es: «Seréis dignos del martirio y sufriréis lo mismo que yo, vuestra vida acabará con una muerte violenta, y así seréis partícipes de mi pasión. Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre». Después que ha levantado sus ánimos y ha provocado su magnanimidad, después que los ha hecho capaces de superar el sufrimiento, entonces es cuando corrige su petición.

Los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Ya veis cuán imperfectos eran todos, tanto aquellos que pretendían una precedencia sobre los otros diez, como también los otros diez que envidiaban a sus dos colegas. Pero -como ya dije en otro lugar- si nos fijamos en su conducta posterior, observamos que están ya libres de esta clase de aspiraciones. El mismo Juan, uno de los protagonistas de este episodio, cede siempre el primer lugar a Pedro, tanto en la realización como en la realización de los milagros, como leemos en los Hechos de los apóstoles. En cuanto a Santiago, no vivió por mucho tiempo; ya desde el principio se dejó llevar de su gran vehemencia y, dejando a un lado toda aspiración humana, obtuvo bien pronto la gloria inefable del martirio.

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R/. Éste fue, entre los apóstoles, el primero que fecundó la Iglesia con su sangre; su sepulcro, venerado en Galicia, ilumina al mundo entero.

V/. Astro brillante de España, apóstol Santiago, intercede por nosotros al Señor.

R/. Su sepulcro, venerado en Galicia, ilumina al mundo entero.

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Tu secreta misericordia, oh Padre...

Viernes XVI Semana del año

Confesiones 10,32,68-70, de San Agustín

Señor, el verdadero mediador que por tu secreta misericordia revelaste a los humildes, y lo enviaste para que con su ejemplo aprendiesen la misma humildad, ese mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, apareció en una condición que lo situaba entre los pecadores mortales y el Justo inmortal: pues era mortal en cuanto hombre, y era justo en cuanto Dios. Y así, puesto que la justicia origina la vida y la paz, por medio de esa justicia que le es propia en cuanto que es Dios destruyó la muerte de los impíos al justificarlos, esa muerte que se dignó tener en común con ellos.

¡Oh, cómo nos amaste, Padre bueno, que no perdonaste a tu Hija único, sino que lo entregaste por nosotros, que éramos impíos! ¡Cómo nos amaste a nosotros, por quienes tu Hijo no hizo alarde de ser igual a ti, al contrario, se rebajó hasta someterse a una muerte de cruz! Siendo como era el único libre entre los muertos, tuvo poder para entregar su vida y tuvo poder para recuperarla. Por nosotros se hizo ante ti vencedor y víctima: vencedor, precisamente por ser víctima; por nosotros se hizo ante ti sacerdote y sacrificio: sacerdote, precisamente del sacrificio que fue él mismo. Siendo tu Hijo, se hizo nuestro servidor, y nos transformó, para ti, de esclavos en hijos.

Con razón tengo puesta en él la firme esperanza de que sanarás todas mis dolencias por medio de él, que está sentado a tu diestra y que intercede por nosotros; de otro modo desesperaría. Porque muchas y grandes son mis dolencias; sí, son muchas y grandes, aunque más grande es tu medicina. De no haberse tu Verbo hecho carne y habitado entre nosotros, hubiéramos podido juzgarlo apartado de la naturaleza humana y desesperar de nosotros.

Aterrado por mis pecados y por el peso enorme de mis miserias, había meditado en mi corazón y decidido huir a la soledad; mas tú me lo prohibiste y me tranquilizaste, diciendo: Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió por ellos.

He aquí, Señor, que ya arrojo en ti mi cuidado, a fin de que viva y pueda contemplar las maravillas de tu voluntad. Tú conoces mi ignorancia y mi flaqueza: enséñame y sáname. Tu Hijo único, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y del conocer, me redimió con su sangre. No me opriman los insolentes; que yo tengo en cuenta mi rescate, y lo como y lo bebo y lo distribuyo y, aunque pobre, deseo saciarme de él en compañía de aquellos que comen de él y son saciados por él. Y alabarán al Señor los que le buscan.

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R/. Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.

V/. Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros.

R/. Para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.

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24 de julio de 2008

La luz de tu rostro, Señor...

Jueves XVI Semana del año

Comentario sobre los salmos 43,89-90, de San Ambrosio

¿Por qué nos escondes tu rostro? Cuando estamos afligidos por algún motivo nos imaginamos que Dios nos esconde su rostro, porque nuestra parte afectiva está como envuelta en tinieblas que nos impiden ver la luz de la verdad. En efecto, si Dios atiende a nuestro estado de ánimo y se digna visitar nuestra mente, entonces estamos seguros de que no hay nada capaz de oscurecer nuestro interior. Porque, si el rostro del hombre es la parte más destacada de su cuerpo, de manera que cuando nosotros vemos el rostro de alguna persona es cuando empezamos a conocerla, o cuando nos damos cuenta de que ya la conocíamos, ya que su aspecto nos lo da a conocer, ¿cuánto más no iluminará el rostro de Dios a los que él mira?

En esto, como en tantas otras cosas, el Apóstol, verdadero intérprete de Cristo, nos da una enseñanza magnífica, y sus palabras ofrecen a nuestra mente una nueva perspectiva. Dice, en efecto: El Dios que dijo: «Brille la luz del seno de la tiniebla» ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos, dando a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo. Vemos, pues, de qué manera brilla en nosotros la luz de Cristo. Él en efecto, el resplandor eterno de las almas, ya que para esto lo envió el Padre al mundo, para que, iluminados por su rostro, podamos esperar las cosas eternas y celestiales, nosotros que antes nos hallábamos impedidos por la oscuridad de este mundo.

¿Y qué digo de Cristo, si el mismo apóstol Pedro dijo a aquel cojo de nacimiento: Míranos? Él miró a Pedro y quedó iluminado con el don de la fe; porque no hubiese sido curado si antes no hubiese creído confiadamente.

Si ya el poder de los apóstoles era tan grande, comprendemos por qué Zaqueo, al oír que pasaba el Señor Jesús, subió a un árbol, ya que era pequeño de estatura y la multitud le impedía verlo. Vio a Cristo y encontró la luz, lo vio y él, que antes se apoderaba de lo ajeno, empezó a dar lo que era suyo.

¿Por qué nos escondes tu rostro?, esto es: «Aunque nos escondes tu rostro, Señor, a pesar de todo, ha resplandecido sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor. A pesar de todo, poseemos esta luz en nuestro corazón y brilla en lo íntimo de nuestro ser; porque nadie puede subsistir, si le escondes tu rostro».

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R/. El que dijo: «Brille la luz del seno de la tiniebla», el mismo Dios ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos, dando a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo.

V/. Recordad aquellos días primeros, cuando, recién iluminados, soportasteis múltiples combates y sufrimientos.

R/. El mismo Dios ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos, dando a conocer la gloria de Dios, reflejada en Cristo.

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23 de julio de 2008

Santa Brígida, patrona de Europa

Día 23 de Julio

Nació en Suecia el año 1303; se casó muy joven y tuvo ocho hijos, a los que dio una esmerada educación. Ingresó en la tercera Orden de san Francisco y, al morir su marido, comenzó una vida de mayor ascetismo, sin dejar de vivir en el mundo. Fundó una Orden religiosa y se trasladó a Roma, donde fue para todos un ejemplo insigne de virtud. Emprendió varias peregrinaciones como acto de penitencia, y escribió muchas obras en las que narra sus experiencias místicas. Murió en Roma el año 1373.


De las oraciones atribuidas a la santa (Oración 2. Revelationum S. Birgittae libri, 2, Roma 1628, pp 408-410)

Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que anunciaste por adelantado tu muerte y, en la última cena, consagraste el pan material, convirtiéndolo en tu cuerpo glorioso, y por tu amor lo diste a los apóstoles como memorial de tu dignísima pasión, y les lavaste los pies con tus santas manos preciosas, mostrando así humildemente tu máxima humildad.

Honor a ti, mi Señor Jesucristo, porque el temor de la pasión y la muerte hizo que tu cuerpo inocente sudara sangre, sin que ello fuera obstáculo para llevar a término tu designio de redimirnos, mostrando así de manera bien clara tu caridad para con el género humano.

Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que fuiste llevado ante Caifás, y tú, que eres el juez de todos, permitiste humildemente ser entregado a Pilato para ser juzgado por él.

Gloria a ti, mi Señor Jesucristo, por las burlas que soportaste cuando fuiste revestido de púrpura y coronado con punzantes espinas, y aguantaste con una paciencia inagotable que fuera escupida tu faz gloriosa, que te taparan los ojos y que unas manos brutales golpearan sin piedad tu mejilla y tu cuello.

Alabanza a ti, mi Señor Jesucristo, que te dejaste ligar a la columna para ser cruelmente flagelado, que permitiste que te llevaran ante el tribunal de Pilato cubierto de sangre, apareciendo a la vista de todos como el Cordero inocente.

Honor a ti, mi Señor Jesucristo, que, con todo tu glorioso cuerpo ensangrentado, fuiste condenado a muerte de cruz, cargaste sobre tus sagrados hombros el madero, fuiste llevado inhumanamente al lugar del suplicio despojado de tus vestiduras, y así quisiste ser clavado en la cruz.

Honor para siempre a ti, mi Señor Jesucristo, que en medio de tales angustias, te dignaste mirar con amor a tu dignísima madre, que nunca pecó ni consintió jamás la más leve falta; y, para consolarla, la confiaste a tu discípulo para que cuidara de ella con toda fidelidad.

Bendito seas por siempre, mi Señor Jesucristo, que cuando estabas agonizando, diste a todos los pecador la esperanza del perdón, al prometer misericordiosamente la gloria del paraíso al ladrón arrepentido.

Alabanza eterna a ti, mi Señor Jesucristo, por todos y cada uno de los momentos que, en la cruz, sufriste las mayores amarguras y angustias por nosotros, pecadores; porque los dolores agudísimos procedentes de tus heridas penetraban intensamente en tu alma bienaventurada y atravesaban cruelmente tu corazón sagrado, hasta que dejó de latir y exhalaste el espíritu e, inclinando la cabeza, lo encomendaste humildemente a Dios, tu Padre, quedando tu cuerpo invadido por la rigidez de muerte.

Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que con tu sangre preciosa y tu muerte sagrada redimiste las almas y, por tu misericordia, las llevaste del destierro a la vida eterna.

Bendito seas tú, mi Señor Jesucristo, que, por nuestra salvación, permitiste que tu costado y tu corazón fueran atravesados por la lanza y, para redimirnos, hiciste que de él brotara con abundancia tu sangre preciosa mezclada con agua.

Gloria a ti, mi Señor Jesucristo, porque quisiste que tu cuerpo bendito fuera bajado de la cruz por tus amigos y reclinado en los brazos de tu afligidísima madre, que ella lo envolviera en lienzos y fuera enterrado en el sepulcro, permitiendo que unos soldados montaran guardia.

Honor por siempre a ti, mi Señor Jesucristo, que enviaste el Espíritu Santo a los corazones de los discípulos y aumentaste en sus almas el inmenso amor divino.

Bendito seas tú, glorificado y alabado por los siglos, Señor Jesús, que estás sentado sobre el trono en tu reino de los cielos, en la gloria de tu divinidad, viviendo corporalmente con todos tus miembros santísimos, que tomaste de la carne de la Virgen. Y así has de venir el día del juicio a juzgar a las almas de todos los vivos y los muertos: tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

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R/. Cristo nos amó, y nos ha librado de nuestros pecados por su sangre. Nos ha convertido en un reino, y hecho sacerdotes de Dios, su Padre.

V/. Vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros.

R/. Nos ha convertido en un reino, y hecho sacerdotes de Dios, su Padre.

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Toda su gloria y hermosura está en lo interior

Miércoles XVI Semana del año

Imitación de Cristo 2,1-6. atribuido a Tomás de Kempis

Conviértete a Dios de todo corazón, despréndete de este mundo miserable, y tu alma encontrará la paz; pues el reino de Dios es paz y alegría en el Espíritu Santo. Cristo vendrá a ti y te dará a probar su consuelo, si le preparas una digna morada en tu interior.

Toda su gloria y hermosura está en lo interior, y allí se complace. Tiene él un frecuente trato con el hombre interior, platica dulcemente con él, lo consuela suavemente le infunde una paz profunda y tiene con él una familiaridad admirable en extremo.

Ea, pues, alma fiel, prepara tu corazón a este Esposo, para que se digne venir a ti y habitar en ti. Pues él dice: El que me ama guardará mi palabra, y vendremos a él y haremos morada en él.

De modo que hazle en ti lugar a Cristo. Si posees a Cristo, serás rico, y con él te bastará. Él será tu proveedor y fiel procurador en todo, de manera que no tendrás necesidad de esperar en los hombres.

Pon en Dios toda tu confianza, y sea él el objeto de tu veneración y de tu amor. Él responderá por ti y todo lo hará bien, como mejor convenga.

No tienes aquí ciudad permanente. Dondequiera que estuvieres serás extranjero y peregrino; jamás tendrás reposo si no te unes íntimamente a Cristo.

Pon tu pensamiento en el Altísimo y eleva a Cristo tu oración constantemente. Si no sabes meditar cosas sublimes y celestes, descansa en la pasión de Cristo, deleitándote en contemplar sus preciosas llagas. Sufre por Cristo y con Cristo, si quieres reinar con Cristo.

Si una sola vez entrases perfectamente al interior de Jesús y gustases un poco de su ardiente amor, no te preocuparías ya de tus propias ventajas o desventajas; más bien te gozarías de las humillaciones que te hiciesen, porque el amor de Jesús hace que el hombre se menosprecie a sí mismo.

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R/. A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre; tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo.

V/. Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud.

R/. Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo.

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22 de julio de 2008

Santa María Magdalena

Día 22 de Julio


Formó parte de los discípulos de Cristo, estuvo presente en el momento de su muerte y, en la madrugada del día de Pascua, tuvo el privilegio de ser la primera en ver al Redentor resucitado de entre los muertos (Mc 16, 9). Fue sobre todo durante el siglo XII cuando su culto se difundió en la Iglesia occidental.


Homilía 25,1-2.4-5: PL 76,1189-1193, de San Gregorio Magno, Papa

María Magdalena, cuando llegó al sepulcro y no encontró allí el cuerpo del Señor, creyó que alguien se lo había llevado y así lo comunicó a los discípulos. Ellos fueron también al sepulcro, miraron dentro y creyeron que era tal como aquella mujer les había dicho. Y dice el evangelio acerca de ellos; Los discípulos se volvieron a su casa. Y añade, a continuación: Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando.

Lo que hay que considerar en estos hechos es la intensidad del amor que ardía en el corazón de aquella mujer, que no se apartaba del sepulcro, aunque los discípulos se habían marchado de allí. Buscaba al que no había hallado, lo buscaba llorando y, encendida en el fuego de su amor, ardía en deseos de aquel a quien pensaba que se lo habían llevado. Por esto, ella fue la única en verlo entonces, porque se había quedado buscándolo, pues lo que da fuerza a las buenas obras es la perseverancia en ellas, tal como afirma la voz de aquel que es la Verdad en persona: El que persevere hasta el final se salvará.

Primero lo buscó, sin encontrarlo; perseveró luego en la búsqueda, y así fue como lo encontró; con la dilación, iba aumentando su deseo, y este deseo aumentado le valió hallar lo que buscaba. Los santos deseos, en efecto, aumentan con la dilación. Si la dilación los enfría, es porque no son o no eran verdaderos deseos. Todo aquel que ha sido capaz de llegar a la verdad es porque ha sentido la fuerza de este amor. Por esto dice David: Mi alma tiene sed de Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Idénticos sentimientos expresa la Iglesia cuando dice, en el Cantar de los cantares: Estoy enferma de amor; y también: Mi alma se derrite.

Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Se le pregunta la causa de su dolor con la finalidad de aumentar su deseo, ya que, al recordarle a quién busca, se enciende con más fuerza el fuego de su amor.

Jesús le dice: «¡María!» Después de haberla llamado con el nombre genérico de «mujer», sin haber sido reconocido, la llama ahora por su nombre propio. Es como si le dijera:

«Reconoce a aquel que te reconoce a ti. Yo te conozco, no de un modo genérico, como a los demás, sino en especial».

María, al sentirse llamada por su nombre, reconoce al que lo ha pronunciado, y, al momento, lo llama: «Rabboni», es decir: «Maestro», ya que el mismo a quien ella buscaba exteriormente era el que interiormente la instruía para que lo buscase.

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R/. Cuando volvió del sepulcro del Señor, María Magdalena anunció a los discípulos: «He visto al Señor.» Dichosa ella, escogida para llevar el primer mensaje de la resurrección de la Vida.

V/. Mientras se quedaba llorando al que amaba, vio al que buscaba, anunció al que había visto.

R/. Dichosa ella, escogida para llevar el primer mensaje de la resurrección de la Vida.

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Cristo en vosotros

Tenéis a Cristo en vosotros

Magnesios 10,1 - 15, de San Ignacio de Antioquía


No permita Dios que permanezcamos insensibles ante la bondad de Cristo. Si él imitara nuestro modo ordinario de actuar, ya podríamos darnos por perdidos. Así pues, ya que nos hemos hecho discípulos suyos, aprendamos a Vivir conforme al cristianismo. Pues el que se acoge a otro nombre distinto del suyo no es de Dios. Arrojad, pues, de vosotros la mala levadura, vieja ya y agriada, y transformaos en la nueva, que es Jesucristo. Impregnaos de la sal de Cristo, a fin de que nadie se corrompa entre vosotros, pues por vuestro olor seréis calificados.

Todo eso, queridos hermanos, no os lo escribo porque haya sabido que hay entre vosotros quienes se comporten mal, sino que, como el menor de entre vosotros, quiero montar guardia en favor vuestro, no sea que piquéis en el anzuelo de la vana especulación, sino que tengáis plena certidumbre del nacimiento, pasión y resurrección del Señor, acontecida bajo el gobierno de Poncio Pilato, cosas todas cumplidas verdadera e indudablemente por Jesucristo, esperanza nuestra, de la que no permita Dios que ninguno de vosotros se aparte.

¡Ojalá se me concediera gozar de vosotros en todo, Si YO fuera digno de ello! Porque, si es cierto que estoy encadenado, sin embargo, no puedo compararme con uno solo de vosotros, que estáis sueltos. Sé que no os hincha mi alabanza, pues tenéis dentro de vosotros a Jesucristo. Y más bien sé que, cuando os alabo, os avergonzáis, como está escrito: El justo se acusa a s{ mismo.

Poned, pues, todo vuestro empeño en afianzaros en doctrina del Señor y de los apóstoles, a fin de que todo cuanto emprendáis tenga buen fin, así en la carne como en el espíritu, en la fe y en la caridad, en el Hijo, en el Padre y en el Espíritu Santo, en el principio y en el fin, unidos a vuestro dignísimo obispo, a la espiritual corona tan dignamente formada por vuestro colegio de presbíteros, y a vuestros diáconos, tan gratos a Dios. Someteos vuestro obispo, y también mutuamente unos a otros, así como Jesucristo está sometido, según la carne, a su Padre, y los apóstoles a Cristo y al Padre y al Espíritu, a fin de que entre vosotros haya unidad tanto corporal como espiritual.

Como sé que estáis llenos de Dios, sólo brevemente os he exhortado. Acordaos de mí en vuestras oraciones, para que logre alcanzar a Dios, y acordaos también de la Iglesia de Siria, de la que no soy digno de llamarme miembro. Necesito de vuestras plegarias a Dios y de vuestra caridad, para que la Iglesia de Siria sea refrigerada con el rocío divino, por medio de vuestra Iglesia.

Os saludan los efesios desde Esmirna, de donde os escribo, los cuales están aquí presentes para gloria de Dios y que, juntamente con Policarpo, obispo de Esmirna, han procurado atenderme y darme gusto en todo. Igualmente os saludan todas las demás Iglesias en honor de Jesucristo. Os envío mi despedida, a vosotros que vivís unidos a Dios y que estáis en posesión de un espíritu inseparable, que es Jesucristo.

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R/. Dios os conceda que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento, para que lleguéis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Cristo.

V/. Proceded según él; arraigados en él, dejaos construir y afianzar en la fe.

R/. Que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento, para que lleguéis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Cristo.

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21 de julio de 2008

Uno solo es Jesucristo

Lunes XVI Semana del año


Carta a los Magnesios 6,1 -9,2, de San Ignacio de Antioquía

Como en las personas de vuestra comunidad, que tuve la suerte de ver, os contemplé en la fe a todos vosotros y a todos cobré amor, yo os exhorto a que pongáis empeño por hacerlo todo en la concordia de Dios, bajo la presidencia del obispo, que ocupa el lugar de Dios; y de los presbíteros, que representan al colegio de los apóstoles; desempeñando los diáconos, para mí muy queridos, el ejercicio que les ha sido confiado del ministerio de Jesucristo, el cual estaba junto al Padre antes de los siglos y se manifestó en estos últimos tiempos.

Así pues, todos, conformándoos al proceder de Dios, respetaos mutuamente, y nadie mire a su prójimo bajo un punto de vista meramente humano, sino amaos unos a otros en Jesucristo en todo momento. Que nada haya en vosotros que pueda dividiros, antes bien, formad un solo cuerpo con vuestro obispo y con los que os presiden, para que seáis modelo y ejemplo de inmortalidad.

Por consiguiente, a la manera que el Señor nada hizo sin contar con su Padre, ya que formaba una sola cosa con él -nada, digo, ni por sí mismo ni por sus apóstoles-, así también vosotros, nada hagáis sin contar con vuestro obispo y con los presbíteros, ni tratéis de colorear como laudable algo que hagáis separadamente, sino que, reunidos en común, haya una sola oración, una sola esperanza en la caridad y en la santa alegría, ya que uno solo es Jesucristo, mejor que el cual nada existe. Corred todos a una como a un solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo que procede de un solo Padre, que en un solo Padre estuvo y a él solo ha vuelto.

No os dejéis engañar por doctrinas extrañas ni por cuentos viejos que no sirven para nada. Porque, si hasta el presente seguimos viviendo según la ley judaica, confesamos no haber recibido la gracia. En efecto, los santos profetas vivieron según Jesucristo. Por eso, justamente fueron perseguidos, inspirados que fueron por su gracia para convencer plenamente a los incrédulos de que hay un solo Dios, el cual se habría de manifestar a sí mismo por medio de Jesucristo, su Hijo, que es su Palabra que procedió del silencio, y que en todo agradó a aquel que lo había enviado.

Ahora bien, si los que se habían criado en el antiguo orden de cosas vinieron a una nueva esperanza, no guardando ya el sábado, sino considerando el domingo como el principio de su vida, pues en ese día amaneció también nuestra vida gracias al Señor y a su muerte, ¿cómo podremos nosotros vivir sin aquel a quien los mismos profetas, discípulos suyos ya en espíritu, esperaban como a su Maestro? Y, por eso, el mismo a quien justamente esperaban, una vez llegado, los resucitó de entre los muertos.

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R/. Procurad todos tener un mismo pensar y un mismo sentir: con afecto fraternal, con ternura, con humildad, porque para esto habéis sido llamados: para heredar una bendición.

V/. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo; servid constantemente al Señor.

R/. Porque para esto habéis sido llamados: para heredar una bendición.

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20 de julio de 2008

Ser realmente cristianos

Domingo XVI Semana del año

Carta a los Magnesios 1,1 - 5,2, de San Ignacio de Antioquía

Ignacio, por sobrenombre Teóforo, es decir, Portador de Dios, a la Iglesia de Magnesia del Meandro, a la bendecida en la gracia de Dios Padre por Jesucristo, nuestro Salvador: mi saludo en él y mis votos por su más grande alegría en Dios Padre y en Jesucristo.

Después de enterarme del orden perfecto de vuestra caridad según Dios, me he determinado, con regocijo mío, a tener en la fe en Jesucristo esta conversación con vosotros. Habiéndose dignado el Señor honrarme con un nombre en extremo glorioso, voy entonando en estas cadenas que llevo por doquier un himno de alabanza a las Iglesias, a las que deseo la unión con la carne y el espíritu de Jesucristo, que es nuestra vida para siempre, una unión en la fe y en la caridad, a la que nada puede preferirse, y la unión con Jesús y con el Padre; en él resistimos y logramos escapar de toda malignidad del príncipe de este mundo, y así alcanzaremos a Dios.

Tuve la suerte de veros a todos vosotros en la persona de Damas, vuestro obispo, digno de Dios, y en la persona de vuestros dignos presbíteros Baso y Apolonio, así como del diácono Soción, consiervo mío, de cuya compañía ojalá me fuera dado gozar, pues se somete a su obispo como a la gracia de Dios, y al colegio de los presbíteros como a la ley de Jesucristo.

Es necesario que no tengáis en menos la poca edad de vuestro obispo, sino que, mirando en él el poder de Dios Padre, le tributéis toda reverencia. Así he sabido que vuestros santos presbíteros no menosprecian su juvenil condición, que salta a la vista, sino que, como prudentes en Dios, le son obedientes, o por mejor decir, no a él, sino al Padre de Jesucristo, que es el obispo o supervisor de todos. Así pues, para honor de aquel que nos ha amado, es conveniente obedecer sin ningún género de fingimiento, porque no es a este o a aquel obispo que vemos a quien se trataría de engañar, sino que el engaño iría dirigido contra el obispo invisible; es decir, en este caso, ya no es contra un hombre mortal, sino contra Dios, a quien aun lo escondido está patente.

Es pues necesario no sólo llamarse cristianos, sino serlo en realidad; pues hay algunos que reconocen ciertamente al obispo su título de vigilante o supervisor, pero luego lo hacen todo a sus espaldas. Los tales no me parece a mí que tengan buena conciencia, pues no están firmemente reunidos con la grey, conforme al mandamiento.

Ahora bien, las cosas están tocando a su término, y se nos proponen juntamente estas dos cosas: la muerte y la vida, y cada uno irá a su propio lugar. Es como si se tratara de dos monedas, una de Dios y otra del mundo, que llevan cada una grabado su propio cuño: los incrédulos, el de este mundo, y los que han permanecido fieles por la caridad, el cuño de Dios Padre, grabado por Jesucristo. Y si no estamos dispuestos a morir por él, para imitar su pasión, tampoco tendremos su vida en nosotros.

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R/. Sé un modelo para los fieles, en el hablar y en la conducta, en el amor, la fe y la honradez. Si lo haces, te salvarás a ti y a los que te escuchan.

V/. Preocúpate de esas cosas y dedícate a ellas, para que todos vean cómo adelantas.

R/. Si lo haces, te salvarás a ti y a los que te escuchan

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