16 de octubre de 2008

Santa Eduvigis, monja

Día 16 de Octubre

Nació en Baviera hacia el año 1174; se casó con el príncipe de Silesia, del que tuvo siete hijos. Llevó una vida de piedad, dedicándose a socorrer a pobres y enfermos, fundando para ellos lugares de asilo. Al morir su esposo, ingresó en el monasterio de Trebnitz, donde murió el año 1243.


De la Vida de santa Eduvigis, escrita por un autor contemporáneo

(Acta Sanctorum Octobris 8 [1853], 201-202)

Sabiendo la sierva de Dios que aquellas piedras vivas destinadas a ser colocadas en el edificio de la Jerusalén celestial deben ser pulimentadas en este mundo con los golpes repetidos del sufrimiento, y que para llegar a aquella gloria celestial y patria gloriosa hay que pasar por muchas tribulaciones, se puso toda ella a merced de las aguas de los padecimientos y trituró sin compasión su cuerpo con toda clase de mortificaciones. Eran tan grandes los ayunos y abstinencias que practicaba cada día, que muchos se admiraban de que una mujer tan débil y delicada pudiera soportar semejante sacrificio.

Cuanto más grande era su denuedo en mortificar el cuerpo, sin faltar por eso a la debida discreción, tanto más crecía el vigor de su espíritu y tanto más aumentaba su gracia, tomando nuevo incremento el fuego de su devoción y de su amor a Dios. Muchas veces la invadía un deseo tan ardiente de las cosas celestiales y de Dios, que quedaba sin sentido y ni se daba cuenta de lo que ocurría a su alrededor.

Al mismo tiempo que el afecto de su mente tendía siempre hacia Dios, sus sentimientos de piedad la inclinaban hacia el prójimo, impulsándola a dar abundantes limosnas a los pobres y a socorrer a las asociaciones o personas religiosas, ya viviesen dentro o fuera de los monasterios, como también a las viudas y a los niños, a los enfermos y a los débiles, a los leprosos y a los encarcelados, a los peregrinos y a las mujeres lactantes necesitadas, sin permitir nunca que marchase con las manos vacías cualquiera que acudía a ella en busca de ayuda.

Y, porque esta sierva de Dios nunca dejó de practicar las buenas obras que estaban en su mano, Dios le concedió la gracia de que, cuando sus recursos humanos llegaban a ser insuficientes para llevar a cabo sus actividades, la fuerza de Dios y de la pasión de Cristo la hiciera capaz de realizar lo que demandaban de ella las necesidades del prójimo. Así pudo, según el beneplácito de la voluntad divina, auxiliar a todos los que acudían a ella en petición de ayuda corporal o espiritual.

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R/. Se ciñe la cintura con firmeza y despliega la fuerza de sus brazos, por esto su lámpara nunca se apagará.


V/. Le sacó gusto a su tarea de buscar la sabiduría de Dios.


R/. Por esto su lámpara nunca se apagará.

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