22 de agosto de 2008

Como Dios es uno solo

Viernes XX Semana del año

Comentario sobre los salmos 48,13-14, de San Ambrosio

El hermano no rescata, un hombre rescatará; nadie puede rescatarse a sí mismo, ni dar a Dios un precio por su vida; esto es, ¿por qué habré de temer los días aciagos? Pues, ¿qué es lo que puede perjudicarme? No necesito yo redención. Al contrario, yo mismo soy el único redentor de todos. En mis manos está la libertad de los demás; y ¿yo voy a echarme a temblar por mí? Voy a hacer algo nuevo, que transcienda el amor fraternal y todo afecto de piedad. A quien no puede redimir a su propio hermano, nacido de un mismo seno materno, lo redimirá aquel hombre de quien está escrito: Les enviará el Señor un hombre que los salvará; aquel que, hablando de sí mismo, afirma: Tratáis de matarme a mí, el hombre que os ha hablado de la verdad.

Pero, aunque se trate de un hombre, ¿quién será capaz de conocerlo? ¿Por qué no podrá nadie conocerlo? Porque, así como Dios es uno solo, así también uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús. Sólo él podrá redimir al hombre, aventajando en amor fraternal a los propios hermanos. Porque él, por los que no eran de su propia familia, derramó su propia sangre, cosa que no se hace ni por los propios hermanos. Y así, no tuvo consideración con su propio cuerpo, a fin de redimirnos de nuestros pecados, y se entregó en rescate por todos. Así lo afirma el apóstol Pablo, su testigo veraz, como se califica a sí mismo cuando dice: Digo la verdad, no miento.

Y ¿por qué sólo él es capaz de redimir? Porque nadie puede tener un amor como el suyo, hasta dar la vida por sus mismos siervos; ni una santidad como la de él, porque todos están sujetos al pecado, todos sufriendo las consecuencias del de Adán. Sólo puede ser designado Redentor aquel que no podía estar sometido al pecado de origen.

Al hablar, pues, del hombre, nos referimos a nuestro Señor Jesucristo, que tomó naturaleza humana para crucificar en su carne el pecado de todos y borrar con su sangre el protocolo que nos condenaba.

Alguno podría replicar: «¿Por qué se dice que el hermano no rescatará, siendo así que él mismo dijo: Contaré tu fama a mis hermanos?» Pero es que, si pudo perdonar nuestros pecados, no es precisamente porque era hermano nuestro, sino porque era el hombre Cristo Jesús, en el cual estaba Dios. Por eso está escrito: Dios mismo estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo; en aquel Cristo Jesús, el único de quien pudo decirse: La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. Por eso, al hacerse carne, acampó entre nosotros en cuanto Dios, no en cuanto hermano.

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R/. Expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores; él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

V/. Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»

R/. Él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

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