Resplandeció en Umbría, en el siglo XV. Casada con un hombre violento, soportó pacientemente sus crueldades logrando reconciliarlo con Dios. Después, privada de marido e hijos, ingresó como religiosa en un monasterio de la Orden de San Agustín. Dando a todos un sublime ejemplo de paciencia y compunción, murió antes del año 1457.
De los tratados sobre el evangelio de san Juan (Tratado 81, 4: CCL 36, 531-532), de San Agustín, obispo
Jesucristo dice: Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que queráis y os sucederá. Si permanecen en Cristo, ¿qué pueden querer sino lo que conviene a Cristo? Si permanecen en el Salvador, ¿qué pueden querer sino lo que no es ajeno a la salvación? Unas cosas las queremos porque estamos en Cristo, y otras cosas las queremos porque todavía estamos en este mundo. Por permanecer en este mundo, algunas veces se nos desliza la petición de algo cuya inconveniencia desconocemos. Pero no suceda esto en nosotros si permanecemos en Cristo que, cuando le pedimos, no hace sino lo que nos conviene.
Así pues, permaneciendo en Él cuando sus palabras permanecen en nosotros, pediremos lo que queramos y nos sucederá. Porque si lo pedimos y no sucede, no hemos pedido lo que permanece en Él ni lo que encierran sus palabras que permanecen en nosotros, sino que encierran la pasión y la debilidad de la carne que no está en Él y en la que no permanecen sus palabras. Con sus palabras concuerda la oración que Él mismo nos enseñó y en la que decimos: Padre nuestro que estás en los cielos. En nuestras peticiones no nos apartemos de las palabras y el sentido de esta oración, y lo que pidamos sucederá.
Sólo entonces, cuando hagamos lo que mandó y amemos lo que prometió, se debe decir que sus palabras permanecen en nosotros; cuando sus palabras permanecen en la memoria pero no se encuentran en la manera de vivir, el sarmiento no cuenta para la vid, porque no recibe la vida de la raíz. A esta diferencia se puede aplicar lo que se dice en la Escritura: En la memoria guardan sus mandamientos para cumplirlos. Muchos los guardan en la memoria para despreciarlos o incluso para ridiculizarlos y atacarlos. Las palabras de Cristo no permanecen en quienes de algún modo tienen contacto con ellas, pero no están adheridos a ellas; por lo tanto, no les resultarán beneficiosas, sino que serán usadas como testimonio en su contra. Y porque están en ellos de modo tal que no permanecen en ellos, las tienen para ser condenados por ellas.
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V/. La obediencia es mejor que las víctimas de los necios.
R/. Y acércate para escucharlo.
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