Juan de Ávila nace en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) hacia 1499 y muere en Montilla (Córdoba) el 10 de mayo de 1569. Desarrolló su actividad apostólica especialmente en el sur de España, por lo cual se le llama el Apóstol de Andalucía. Con sus cartas, pláticas, sermones y escritos, ha influido poderosamente en la historia de la espiritualidad española y universal. Fue canonizado por Pablo VI el 31 de mayo de 1970. Pío XII lo nombró patrono del clero secular español el 2 de julio de 1946.
Plática de San Juan de Ávila, para el Sínodo diocesano de Córdoba del año 1563: BAC 304.
No sé otra cosa más eficaz con que a vuestras mercedes persuada lo que les conviene hacer que con traerles a la memoria la alteza del beneficio que Dios nos ha hecho en llamarnos para la alteza del oficio sacerdotal. Y si elegir sacerdotes entonces era gran beneficio, ¿qué será en el nuevo Testamento, en el cual los sacerdotes de él somos como sol en comparación de noche y como verdad en comparación de figura?
Mirémonos, padres, de pies a cabeza, ánima y cuerpo, y vernos hemos hecho semejables a la sacratísima Virgen María, que con sus palabras trajo a Dios a su vientre, y semejables al portal de Belén y pesebre donde fue reclinado, y a la cruz donde murió, y al sepulcro donde fue sepultado. Y todas estas son cosas santas, por haberlas Cristo tocado; y de lejanas tierras van a las ver, y derraman de devoción muchas lágrimas, y mudan sus vidas movidos por la gran santidad de aquellos lugares. ¿Por qué los sacerdotes no son santos, pues es lugar donde Dios viene glorioso, inmortal, inefable, como no vino en los otros lugares? Y el sacerdote le trae con las palabras de la consagración, y no lo trajeron los otros lugares, sacando a la Virgen. Relicarios somos de Dios, casa de Dios y, a modo de decir, criadores de Dios; a los cuales nombres conviene gran santidad.
Esto, padres, es ser sacerdotes: que amansen a Dios cuando estuviere, ¡ay!, enojado con su pueblo; que tengan experiencia que Dios oye sus oraciones y les da lo que piden, y tengan tanta familiaridad con él; que tengan virtudes más que de hombres y pongan admiración a los que los vieren: hombres celestiales o ángeles terrenales; y aun, si pudiere ser, mejor que ellos, pues tienen oficio más alto que ellos.
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V/. Que la gente sólo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios.
R/. «Soy yo quien os he elegido», dice el Señor. Aleluya.
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