Nació en Szczepanowski (Polonia) hacia el año 1030, hizo sus estudios en París. Ordenado presbítero, sucedió a Lamberto, obispo de Cracovia, el año 1071. Fue un buen pastor al frente de su Iglesia, ayudó a los pobres y visitó a sus clérigos todos los años. El año 1079, fue asesinado por el rey Boleslao, a quien había increpado por su mala conducta.
(Carta 58, 8-9.11: CSEL 3, 663-666), de San Cipriano, obispo y mártir
Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran mientras luchamos por la fe. Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.
Revistámonos de fuerza, hermanos amadísimos, y preparémonos para la lucha con un espíritu indoblegable; con una fe sincera, con una total entrega. Que el ejército de Dios marche a la guerra que se nos declara.
El Apóstol nos indica cómo debemos revestirnos y prepararnos, cuando dice: Abrochaos el cinturón de la verdad, por coraza poneos la justicia; bien calzados para estar dispuestos a anunciar el Evangelio de la paz. Y, por supuesto, tened embrazado el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del Malo. Tomad por casco la salvación y por espada la del Espíritu, es decir, la palabra de Dios.
Que estas armas espirituales y celestes nos revistan y nos protejan para que en el día de la prueba podamos resistir las asechanzas del demonio y podamos vencerlo.
Pongámonos por coraza la justicia para que el pecho esté protegido y defendido contra los dardos del Enemigo; calzados y armados los pies con el celo por el Evangelio para que, cuando la serpiente sea pisoteada y hollada por nosotros, no pueda mordernos y derribarnos.
Tengamos fuertemente embrazado el escudo de la fe para que, protegidos por él, podamos repeler los dardos del Enemigo.
Tomemos también el casco espiritual para que, protegidos nuestros oídos, no escuchemos los edictos idolátricos, y, protegidos nuestros ojos, no veamos los ídolos detestables. Que el casco proteja también nuestra frente para que se conserve incólume la señal de Dios, y nuestra boca para que la lengua victoriosa confiese a su Señor, Cristo.
Armemos la diestra con la espada espiritual para que rehace con decisión los sacrificios sacrílegos y, acordándose de la eucaristía, en la que recibe el cuerpo del Señor, se una a él para poder después recibir de manos su Señor el premio de la corona eterna.
Que estas verdades, hermanos amadísimos, queden esculpidas en vuestros corazones. Si meditamos de verdad en estas cosas, cuando llegue el día de la persecución, el soldado de Cristo, instruido por sus preceptos y advertencias, no sólo no temerá el combate, sino que se encontrará preparado para el triunfo.
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R/. Este santo combatió hasta la muerte por ser fiel al Señor, sin temer las amenazas de los enemigos; estaba cimentado sobre roca firme. Aleluya.
R/. Estaba cimentado sobre roca firme. Aleluya.
2 comentarios:
El Señor nos conceda a los que andamos por la vida, sin protecciones, (y en consecuencia, permanentemente golpeados, heridos, magullados y derrumbados) el que, al menos, perseveremos en levantar la cabeza a contemplar la Esperanza.
Nos concede mucho más, nos concede contemplar, porque nos concede "ser",
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